Advierte de que la situación actual es un fenómeno cíclico. “Esta enfermedad nos ha tocado a nosotros, a nuestra generación, pero antes ya habían sucedido muchas epidemias de este estilo. Antes no había vacunas, pero en este momento tenemos la opción de generar una”. Esa es la gran ventaja, porque “las vacunas son lo único que puede prevenir la enfermedad”. El punto de partida es mucho mejor, pero no por ello hay que lanzar las campanas al vuelo. De hecho, recalca que la OMS tiene actualmente 300 proyectos registrados, de los que solo 10 están en fase 3.
De estas investigaciones “ninguna ha terminado todavía, hay que analizarlas bien” porque, como explica Larraga, “las agencias del medicamento, que están todas conectadas, son extremadamente cuidadosas y prudentes, porque saben que una vacuna puede proteger al 60%, 70%, 80% o incluso al 100% de la población, pero lo que a buen seguro tienen que ser al 100% es seguras. Tienen que ofrecer seguridad total a la persona que se va a vacunar”.
Con respecto a posibles fechas para iniciar las campañas de vacunación, afirma que “el mundo occidental y gran parte del resto del mundo se va a vacunar con las vacunas que saldrán de aquí a junio-julio, que serán media docena”. Cosa diferente son Rusia o China, centrados en sus propias vacunas, y países como India, que tiene sus intereses en la vacuna impulsada por Moscú.
Vacuna de ADN
El proyecto que lidera Vicente Larraga tiene una peculiaridad que le hace salirse de la carrera por la foto finish en favor de conseguir una vacuna “enormemente estable”, que no se degrade ni estropee. Se trata de una vacuna de ADN “una novedad, sobre todo en el ámbito del tratamiento humano”, si bien con los animales se aplica desde hace una década.
Consiste en introducir una secuencia genética del virus en una molécula sintética. “Ponemos todo tipo de señales y luego se obtiene un hueco donde puedes meter cualquier gen que quieras. En este caso, del virus. Entonces, esta molécula tiene la capacidad de, cuando tú la inyectas, se mete dentro las células y va al núcleo, que lee esto y pone en marcha la maquinaria para fabricar la proteína del gen que tú hayas metido”. De esta forma, añade Larraga, “el sistema inmune dice esto no es nuestro, lo reconoce como foráneo y activa el sistema, que es mucho mejor que si nosotros purificamos esa proteína y se la pinchamos. Entonces, el sistema queda activado y en cuanto entra el virus, va derecho a bloquearlo. Lo identifica, sabe cómo procesarlo y cómo acabar con él”.
¿Ventajas? Bastantes, tal y como destaca este investigador. “El ADN es una molécula enormemente dura y resistente, a diferencia del ARN”, de ahí que a este último haya que conservarlo a temperaturas tan bajas como por ejemplo -80ºC. El ADN “es lo que transmite la información genética y está hecho para aguantar todas las cosas que le puedan pasar porque tiene que conservar la información”.
Por todo ello, una vez que se desarrolle, la vacuna de ADN no solo será estable, sino que también será “muy versátil”. Estas dos características son esenciales para Larraga, quien recuerda que la pandemia es mundial y, por tanto, “no estamos hablando solo de España, estamos hablando también de Uganda, de Camboya, de Vietnam… Por eso debes tener una cosa que sea estable en todas las condiciones porque ahí también tienes que vacunar a la gente”.
Parte del equipo de investigadores liderado por Vicente Larraga. El grupo lo integran Pedro Alcolea, Silvia Ruiz y Francisco Javier Loayza (en la imagen), así como Jaime Larraga y Ana Alonso.
Carrera contrarreloj
“Podemos hacer vacunas aquí, esa es nuestra finalidad principal” afirma Vicente Larraga. Por eso, y a pesar de que la prioridad no pasa por competir con gigantes de la industria, la urgencia apremia y no queda otra que trabajar en una eterna carrera contrarreloj. “En 9 meses se ha hecho el trabajo de dos años”, por lo que se podría iniciar la fase clínica a principios de 2021. Pero, como él mismo reconoce, “en ciencia el factor suerte es muy importante y existe, está claro”. Por eso, “si todo funciona bien”, se podría empezar la fase 1 y 2 clínica en enero o febrero y la fase 3 en mayo o junio. “Estamos hablando de tenerlo fuera en otoño de 2021, que es cuando será la gran vacunación… Si todo va bien. Porque el proceso no es nada fácil”. De hecho, la dificultad de la investigación se escribe en cifras, pues “solamente una de cada 10.000 moléculas, sea de fármaco o de vacuna, pasa de la fase 1 a la 4”.
Hasta entonces, el camino no es corto. De hecho, actualmente están trabajando en la fase preclínica, compuesta de tres etapas. “Primero, probamos 8 construcciones con las que hemos trabajado en células de riñón en cultivo. Si ha funcionado, haces una electroforesis, que es una separación de las proteínas por un campo eléctrico. Entonces tienes distintas bandas. Pero, como nosotros teníamos anticuerpos específicos frente a esta proteína, se pasa a un papel, se pone un anticuerpo encima, se pone un marcador y si la proteína que tú estás buscando y para la que tienes un anticuerpo específico está ahí, te da una banda. Ahí sabes que ha funcionado”.
El segundo paso ha sido el estudio in vivo con ratones. Ahí, “la respuesta debe ser de dos maneras: una de anticuerpos y otra celular, de forma que, cuando el organismo reconozca que hay una célula infectada por el virus, vaya a por él”. De las 8 construcciones utilizadas, Larraga relata que solo dos funcionaron, “el 60% de los animales que tenemos vacunados producían anticuerpos que bloqueaban el virus”.
A continuación, hay que “inducir una reacción específica para ver si cura frente a la infección”. Es decir, no es solo que reaccione, sino que además lo haga con éxito. Para ello, han trabajado con ratones modificados genéticamente, que tienen en sus células epiteliales el mismo receptor que los humanos y se infectan con el virus, y hámsters, “que no se mueren por el virus pero sí enferman con alteraciones pulmonares muy parecidas a las que presentan los humanos. Estamos mirando si logramos proteger y curar a estos roedores y si logramos controlar y contener la alteración pulmonar. Estamos ahí justo”.
Se está trabajando a un ritmo frenético, enfatiza Larraga, quien también pone de manifiesto que “si nosotros no tuviéramos casi 30 años de experiencia en este tipo de vacuna, no podríamos ir tan rápido”. No obstante, lleva 12 años investigando una vacuna de ADN contra la Leishmania, que actualmente está finalizando la fase 4. Un trabajo previo que su equipo usará a modo de molde, en el cual basarse para desarrollar la vacuna contra la COVID-19. “No son solo estos 6 meses, son estos 29 años previos”.
Aún queda mucho por hacer, subraya Larraga, quien también ve en los costes una ventaja añadida para las vacunas de ADN. “Son más baratas de producir porque estos plásmidos están dentro de una bacteria. Entonces, haciéndola crecer, lo sacas de ahí, lo purificas y tienes una cantidad importante” comenta.
Escalado industrial
Todo esto, unido al trabajo previo realizado en el ámbito de la leishmaniasis, da como resultado un escalado industrial también más asequible. Ahí, el Grupo Zendal tendrá un gran protagonismo, ya que esta farmacéutica afincada en Galicia será la encargada de producir las dosis que finalmente se aplicarán vía intramuscular. “Están ya con las máquinas preparadas” para comenzar con la fase clínica en cuanto el equipo del CIB finalice esta primera etapa preclínica.
“Llevamos trabajando con ellos 12 años, están haciendo un grandísimo esfuerzo para adaptarse a las circunstancias. Para ellos es un salto industrial muy importante porque el control de la Agencia Europea sobre las fábricas de vacunas es enorme. Tienes que tener años de experiencia, la capacidad técnica para hacerlo, contactos con los grupos de investigación… es algo mucho más complicado de lo que la gente se cree” aclara Larraga.
“La vacunación grande se hará en otoño de 2021 o invierno de 2022 si hay suerte”. “A partir del verano, si todo va bien, la cosa bajará porque los grupos de riesgo grandes los tienes controlados y entonces la cosa irá para abajo, pero hay que mirar las cosas con sensatez”, insiste Larraga, quien pone el foco en la necesidad de diseñar una campaña armonizada a nivel nacional que tenga en cuenta que “las personas de los grupos de riesgo son muchas”.
Financiación
A juicio de Vicente Larraga, la financiación es una de las principales dificultades inherentes a cualquier investigación, pero especialmente en esta por la urgencia y la necesidad. Desarrollar una vacuna no es precisamente barato ya que, por ejemplo, “una fase 3 vale como mínimo 20 millones”.
“Sabemos que no podemos competir con las multinacionales, sería estúpido por nuestra parte”. Mientras algunas de estas compañías “han tenido 200 millones de ayuda de dinero público para hacer la vacuna y son 100, nosotros somos 13 o 15 y tenemos 700.000 euros. No es que no sepamos, es que si tienes más dinero y medios, lo haces más rápido y compites mejor”, detalla el investigador. Por eso su objetivo pasa por “hacer otra cosa, tener la autosuficiencia para proteger a nuestros ciudadanos por nuestra cuenta”. No llegarán los primeros, lo tiene asumido, “pero a la larga es algo que compensa”.
Por todo ello, Larraga insta a cambiar los paradigmas para ver la ciencia como una inversión a medio o largo plazo y no como un gasto, y de orientar la administración para facilitar la labor de la ciencia y apostar por ella dentro de un nuevo modelo de país, más preparado para competir internacionalmente. En estos momentos afirma que sí hay una conciencia sobre cuidar la investigación, pero el reto está en mantener esta idea.
Un problema, el de la falta de financiación, que ni es nuevo ni se ciñe solamente a las cifras, tal y como explica Larraga. “En ciencia las cosas no se improvisan. Hay que traer nueva gente joven, que está en el extranjero”, tanto españoles como personas de otros países, y plantearles proyectos atractivos. “Hay que ofrecer garantías, pero no las tenemos y no sé si las tendremos”. La clave, a su juicio, pasa por reforzar y consolidar desde la base y de forma progresiva el sistema investigador español, ya que así “vas dando señales”.
“Hay que usar la cabeza y pensar que esto se va a acabar, pero las infecciones que nos puedan afectar, no”. Las epidemias, concluye Vicente Larraga, son fenómenos cíclicos. “Va a volver a pasar. Con qué no lo sé, pero que volverá a suceder, seguro. Entonces, hay que estar preparados. Alemania, por ejemplo, tiene el Instituto Robert Koch. Hay que pensar en el medio plazo y si no piensas así, vas a ser un país subsidiario, que es lo que pasa ahora”.
Nombre | Vicente Larraga |
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Empresa | Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas |
Cargo | médico e investigador |
Biografía | |
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