02/12/2021 / Redacción / 1220 visitas

AEPIMIFA celebra la “asamblea del reencuentro” con un repaso a la química del universo

Tras un parón obligado por la COVID-19, AEPIMIFA ha podido retomar su agenda presencial con la Asamblea General de 2021, el pasado 25 de noviembre. Sin embargo, tal y como se ha puesto de manifiesto durante el evento, la actividad de la asociación no se ha frenado durante la pandemia, solo se ha adaptado a las circunstancias, apostando más por el canal online y los eventos telemáticos. 

Definida como la “asamblea del reencuentro”, ha coincidido con el lanzamiento de la nueva web de AEPIMIFA, diseñada para “dar la imagen que la asociación quiere dar”, tal y como han destacado desde la asociación, que también ha repasado las actividades realizadas a lo largo de este año. Entre ellas, han destacado los acuerdos con instituciones formativas o la presencia en Farmaforum 2021 con un stand en la zona comercial y la en su congreso con una ponencia. 

En 2022, han adelantado desde AEPIMIFA, las previsiones pasan por volver a participar en Farmaforum, organizar un nuevo viaje al extranjero, desarrollar masterclasses y celebrar nuevas elecciones para renovar la junta directiva.

‘La química del universo’

A continuación, el divulgador científico Javier Santaolalla ha explicado el origen del ser humano con la conferencia ‘La química del universo’. “Un drama en cuatro actos”, ha afirmado, no exento de héroes, algunos de los cuales primero fueron vistos como villanos y sufrieron el desprecio de sus coetáneos. Es, ha dicho, como si la ciencia avanzara gracias a un siniestro círculo vicioso en el que muchos de los grandes avances son reconocidos cuando sus verdaderos creadores y descubridores no pueden disfrutar del reconocimiento público. 

El primero de los actos de Santaolalla giraría en torno a los átomos. El universo está formado por ellos, que esconden “un conocimiento que estuvo enterrado 2000 años”. Si bien ha puntualizado que la existencia de los átomos es algo de lo que ya hablaban los griegos clásicos como Demócrito, ha puesto en valor la figura de Ludwig Boltzmann, que fue quien dio un trasfondo científico a la existencia de los átomos. Sin embargo, la suya no fue una bonita historia con un final feliz. Tal y como ha relatado Santaolalla, se acabó suicidando sin el reconocimiento de los colegas científicos y no fue hasta dos décadas después de su muerte cuando Einstein logró demostrar la existencia de los átomos. 

La tabla periódica es la protagonista absoluta del segundo acto de este drama del origen de la existencia humana, según Santaolalla. Su historia, ha enfatizado el divulgador científico, también tiene su drama pero encierra cierta moraleja. A finales del siglo XIX se habían descubierto decenas de elementos químicos. Muchos se parecían entre sí por lo que algunos científicos empezaron a agruparlos. Entre ellos, Santaolalla ha destacado la figura de John Alexander Reina Newlands, con su teoría de las 8 columnas, usando la estructura musical para organizar los elementos. La propuesta fue menospreciada y desestimada, pero después llegó Dmitri Mendeleev y organizó la primera tabla periódica, “uno de los grandes logros de la humanidad. Pero detrás de ella hay una historia de dramas, sufrimiento y éxito” protagonizada por hombres, , ha explicado Santaolalla. En definitiva, el segundo acto de este drama sirvió para tener una tabla periódica que explica todos los elementos que componen el universo, sí, pero, ¿de dónde vienen? 

La respuesta a esta pregunta, según Santaolalla, está en el tercer acto y su actor principal: el Big Bang. Está relacionado con nombres propios, de los que Einstein es el más conocido por la Teoría de la Relatividad, aunque hay más, incluido un sacerdote belga, a quien Santaolalla ha considerado el verdadero ‘padre’ de la teoría del Big Bang.

Con la relatividad, ha afirmado Santaolalla, Einstein planteó unas ecuaciones, pero había que responderlas. Alexander Friedman se las planteó pero, tal y como ha afirmado el divulgador científico, Einstein no le tomó en serio. Friedman murió poco después. Entonces, un sacerdote cristiano belga, el padre Lemaitre, consiguió resolver las ecuaciones de Einstein, llegando a la conclusión de que el universo no puede ser estático y tiene que estar en cambio, expandiéndose o contrayéndose. Einstein de nuevo no le tomó en serio, le despreció e intentó desacreditarle incluyendo una constante cosmológica que, en teoría, fijaba su teoría. 

En 1918, ha proseguido en su relato Santaolalla, el astrónomo estadounidense Hubble observó que las galaxias cercanas a la nuestra se alejaban. Es decir, que si las galaxias se alejan es porque el universo se expande. Dicho de otro modo, Lemaitre tenía razón y Einstein acabó afirmando que esa constante cosmológica fue “el mayor error de su vida”. 

Pero Lemaitre, ha afirmado Santaolalla, no se paró ahí. Planteó que si el universo está expandiéndose, echando marcha atrás, sería mucho más pequeño. Una idea arriesgada, puesto que contradecía el creacionismo de la tradición cristiana. Es decir, que no fue especialmente popular. Y así quedó la cosa hasta que llegó George Gamow y habló del Big Bang, un gran estallido energético que dio como origen al universo. Una teoría apuntalada gracias a Penzias y Willson, que descubrieron de forma casual la radiación cósmica que validaría el Big Bang.

Por último, el cuarto acto que cerraría este drama colectivo, gira en torno a lo que Santaolalla ha denominado “muerte estelar”. El siglo XIX, ha afirmado, supuso una revolución para la ciencia y la humanidad debido a la teoría de la evolución de Darwin, que echaba por tierra el orgullo del hombre, al comprobarse que el ser humano no era una creación divina, sino un animal más que procedía del mono. También echaba por tierra la teoría basada en preceptos cristianos, según la cual la Tierra tenía 4000 años. Pero dado el tiempo necesario para que una especie evolucionara hasta convertirse en el ser humano, se vio que eso no era posible.

Así llegamos a 1920. Arthur Eddington, defensor de la Teoría de la Relatividad de Einstein, fue uno de los primeros en poder entenderla y demostrarla y así llegó a explicar el origen de las estrellas. Y dos décadas después, Fred Hoyle expuso la Teoría de la Nucleosíntesis Estelar, con la que por fin da forma al sueño de la alquimia: la transmutación de los metales. Eso, ha indicado Santaolalla, explica la generación de todos los elementos de la tabla periódica, que son los que conforman las estrellas y nos conforman a nosotros, hasta el punto de que “la muerte de una estrella genera vida”. 

En definitiva, ha concluido Santaolalla su intervención, se trata de un drama colectivo en cuatro actos que ayuda a responder a dos preguntas básicas: qué somos y de dónde venimos. Pues somos átomos, somos química y física. Y venimos de las estrellas.

 

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