Para una industria acostumbrada a planificar su estrategia por décadas, la transición a las energías limpias cobra sentido en un contexto de volatilidad de los precios energéticos.
La industria farmacéutica es responsable de cerca del 5% de las emisiones mundiales de CO2. Muchos de sus procesos de fabricación consumen altos niveles de energía, requieren materias primas fósiles o forman parte de largas cadenas de suministro. De acuerdo con él último informe difundido por Crédito y Caución, el sector farmacéutico está ya inmerso en una transición a las energías limpias.
Algunos de los mayores riesgos y desafíos a los que se enfrenta esta industria giran en torno a los costes de I+D, excepcionalmente altos y con largos plazos entre la inversión en investigación y la llegada al mercado de los nuevos medicamentos o terapias. Si a ello se añade el coste del cumplimiento normativo y los gastos de capital asociados a la transición hacia energías limpias, es probable que se reduzcan sus márgenes en los próximos años.
Sin embargo, para una industria acostumbrada a planificar su estrategia por décadas, la transición a las energías limpias cobra sentido en un contexto de volatilidad de los precios energéticos. La autosuficiencia a través de las energías limpias podría dar más seguridad al suministro en periodos de tensiones geopolíticas. Aunque el gasto de capital asociado a la transición pueda ser enorme, incluso prohibitivo para algunos operadores más pequeños, ofrece la posibilidad de ahorrar costes a largo plazo. Esto es especialmente relevante en el caso de empresas que puedan generar su propia energía fotovoltaica o eólica.
De acuerdo con la opinión de los analistas de la aseguradora de crédito que siguen la evolución del sector en los diversos mercados del mundo, la mayoría de las empresas farmacéuticas implementarán tecnologías innovadoras como logística inteligente, aprendizaje automático, IA, plataformas digitales o IoT en los próximos tres años para mejorar su eficiencia y sostenibilidad.
El cumplimiento normativo desempeñará un papel cada vez más relevante. La Estrategia Farmacéutica de la Unión Europea, por ejemplo, está concebida para promover una mayor transparencia, responsabilidad medioambiental y sostenibilidad en las cadenas mundiales de suministro de productos farmacéuticos.
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